Era un humilde hombre, con sus defectos y virtudes, pero nunca tubo la oportunidad de obtener buena pesca. Salía a la mar todas las noches sin apenas dormir, con la esperanza de cumplir su sueño y poder ser feliz con lo poco que ganara. Pero nunca llegaba, parecía un hermoso pez pero cuando subía el cebo a la barca solo había un triste objeto atrapado. Y así cada noche, como si de pesadillas se tratara buscaba duramente lo que no encontraba nunca. El triste pescador, sólo, quería ver de una vez aquello que lo llenaría tanto y le haría sonreír, y tal vez aquel día era el suyo, o tal vez no.
Cuando un día de mala mar, decidió ir a buscar aquello cueste lo que cueste, enfrentándose a lo que sea y desafiando el miedo, quería arriscarse. Ilusionado, se adentró así en lo más profundo, y en vez de encontrar un hermoso pez, encontró una hermosa sirena, comprendió así que por más que llores siempre llega una sonrisa, y que por más que intentes y fracases, del fracaso nace la belleza.
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