viernes, 7 de diciembre de 2012

7.Recordando aquel día, cada día.


Aún recuerdo aquel día, terminaba un agradable y cálido verano, quizá uno de los mejores. Así dando paso al primer día de Septiembre, antes de comenzar de nuevo las clases. Aprovechando cada minuto de verano, los rayos de sol calurosos aún presentes. En estas vacaciones, llenas de fiesta y positividad, conocí una chica, me llamó la atención, parecía una chica distinta, especial, con un toque diferente a las demás. Una vez hablamos, su carácter me causaba mucha curiosidad, nos llevábamos muy bien, conectábamos. En aquellos momentos tenía algo de miedo de volver a enamorarme, no me sentía preparado. Pero si sentía aquella sensación al verla, como diciendo: Como me gustaría volver a ser yo mismo, sin miedos y poder enamorarme y ser correspondido. La verdad es que nunca había conocido una chica que me transmitiera esa felicidad y positivismo que ella desprendía tan solo con su sonrisa. Se la veía feliz, muy feliz, estaba bien consigo misma, y le gustaba disfrutar de la vida. Me causaba ganas de seguir conociéndola poco a poco, reírme con su humor particular. Pasaban los días y notaba como poco a poco podía ir saliendo de aquella cárcel de miedos, cada vez estaba más cerca de encontrarme a mí mismo de nuevo y sabía que faltaba poco, que lo conseguiría.
La noche era algo fría, algo inquietante por lo que pudiese pasar. Después de beber y fumar unos cigarrillos con mis amigos, decidí quedar con ella ya que estaba en la misma fiesta, en el mismo pueblo. Más tarde, nos quedamos los dos solos delante de la discoteca donde nos vimos por primera vez. Me encendí un cigarrillo y mientras el humo se desvanecía, allí estaba yo, delante de la mismísima belleza, pensando y construyendo las palabras que quería y a la vez me daba miedo de pronunciar. Ella me miraba, en su mirada yo podía intuir cosas, podía intuir la respuesta, pero no me atrevía. Así que la abracé y luego me quedé mirándola fijamente. De pronto sus labios pronunciaron unas palabras, justamente las que no pude decirle: Te quiero, quiero estar contigo. Mi corazón se paro y fue un alivio impresionante oír esas palabras, de repente me convertí en el hombre más feliz del mundo.A veces pienso que hubiera pasado si ella no me lo hubiese dicho, igual le habría dicho ese mismo día, igual unos días después lleno de valor… no lo sé.Aquel día aprendí que nada debe hacer que frenes nunca ante algo que anteriormente fue una derrota, el miedo no existe, nosotros somos el miedo que vemos. Por mucho que sufras en un pasado, este pasado no debe impedirte un presente ni mucho menos un futuro. Debes sentirte seguro de ti mismo siempre y de que las cosas no tienen porque pasar siempre igual, siempre llega un día en que salen bien las cosas.Después de esto, doy gracias a este día, a ella, a la vida, por compensarme de esta manera. Todo llega tarde o temprano, solo hay que ser paciente.




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